Entrega de la casa en Pesquera del Duero a la familia de Rosa Zuluaga, en septiembre de 2025.
Rosa explora junto a sus hijos su nueva casa en Pesquera del Duero
Rosa habla con una vecina de Pesquera del Duero en el interior de su nueva casa en el municipio.
Familias que eligen los pueblos para reconstruirse: “Los niños ya no quieren regresar a Madrid”
Madrid, 15 de octubre. Rosa Zuluaga (30 años, Perú) vivió hasta hace semanas en un piso en Madrid en el que sus hijos no podían jugar, reír, ni siquiera llorar. “Compartíamos una habitación donde teníamos que pedir turno para la cocina y esperar para usar el baño”. Esa habitación tenía una única cama por la que pagaba 750 euros mensuales. Por las noches, en ella debían apretarse ella, su esposo y sus tres hijos; de día, ella malabareaba para que sus hijos no hicieran ruido ni incomodaran a los demás inquilinos.
Acceder a una vivienda nunca fue fácil desde que llegó a España con su pareja, Aníbal Gaviria (26 años, Perú), ambos huyendo de las amenazas de grupos delictivos que los intimidaban por su labor como policías en Perú. Traían de la mano a Esteban, que hoy tiene 7 años, y, en brazos, a Emilia, que hoy tiene 4. Emanuel, de 15 meses, es el primer integrante nacido en España.
“En Madrid tuvimos problemas con los niños porque nadie nos quería alquilar. Y lo poco que había era demasiado caro: 700, incluso 800 euros por habitaciones pequeñas”, comenta Rosa. Como el techo no es opcional, tuvieron que aceptar el precio que les imponían. Aun así, los echaron de múltiples sitios, peregrinaron por albergues municipales y conocieron lo qué es dormir en la calle.
La agónica búsqueda de vivienda en la capital empujó a Rosa a una serie de cuestionamientos que culminaron en las puertas de la Fundación Madrina. “En mayo [de 2025], que me dieron mi documentación, llené el formulario para el programa de los Pueblos Madrina y con el tiempo me llamaron”. En cuestión de meses, la familia materializó la mudanza desde Madrid hacia Pesquera del Duero, un municipio de Castilla y León de poco más de 400 habitantes.
“La tranquilidad que hay aquí, no se compara con el jaleo de allá: que se nos iba el bus, que teníamos que correr de un lado para otro, salir antes de la hora prevista”, narra la madre que mezcla palabras del castellano con expresiones sudamericanas. “Los más felices” con la mudanza, continúa Rosa, son sus hijos. “Están maravillados, no quieren regresar a Madrid. Están arreglando el jardín con el papá. Ahora pueden explorar, salen a la plaza, juegan con otros niños. O sea, están contentos. Realmente es muy notorio el cambio.”
Además, la población de Pesquera del Duero “es muy tratable, muy acogedora”, en palabras de Rosa, quien narra a modo de ejemplo: “Tenía que ir a hacer unos trámites a Peñafiel y para eso tenía que caminar por la carretera una hora con 40 minutos. Entonces, una vecina se ofreció a llevarme, me ayudó a hacer el trámite del colegio y me regresó hasta la casa sin cobrarme ni un solo euro”.
Conrado Giménez Agrela, con lustros de experiencia en el realojo de familias vulnerables como presidente de la Fundación Madrina, señala que los hogares que apuestan por una nueva vida en el campo se siente atraídos por la idea de que “van a tener una casa grande, en la que cada niño va a tener su propia habitación; que es un lugar seguro y hay opciones de empleo; y que los niños lo primero que hacen al llegar es correr, cosa que no pueden hacer en la ciudad, ni siquiera en las casas, todos coinciden en hablar de Libertad”.
En otras palabras, sintetiza Agrela, “las familias son conscientes de que no pueden sobrevivir en Madrid”, en un contexto de crisis para acceder a la vivienda en las grandes ciudades, debido a los disparados precios de alquiler y una oferta escasa, más aún para familias numerosas.
“Con bebés, no”: el muro inmobiliario para familias con niños
“Hay anuncios en portales digitales y en los periódicos que ponen “no se admiten bebés ni embarazadas”, afirma Conrado Giménez Agrela, también fundador de Madrina. En Idealista, una de las webs inmobiliarias de referencia en internet, existen más de 6.000 habitaciones en alquiler en Madrid, de las cuales solo 137 admiten explícitamente menores de edad. E incluso en algunas de las descripciones del centenar de opciones restantes, se estipula que “solo se admiten mujeres solas”.
El presidente de la Fundación Madrina asegura que “el miedo a la okupación, al impago y al destrozo de las propiedades, hacen que muchos propietarios se rehúsen alquilar”. Ante este obstáculo, Giménez Agrela plantea una solución para proteger a propietarios e inquilinos: “insistimos en que las Comunidades Autónomas deben otorgar avales de garantía de vivienda y alquiler para familias con niños, de tal manera que la Administración se responsabilice ante los propietarios por hipotéticos daños en la infraestructura, impagos o retraso en el alquiler”.
El modelo de Pueblos Madrina es una “ganar-ganar”, señala Giménez Agrela, ya que brinda una segunda oportunidad a las familias vulnerables para sobrevivir, al tiempo que reaviva los municipios que mueren al carecer de niños. “Gana el pueblo porque sobrevive, y ganan las familias porque los niños no son bien acogidos en las ciudades”, concluye el presidente de Madrina.
El realojo como una herramienta para deslocalizar la pobreza
El proyecto Pueblos Madrina, nació hace 10 años como un apéndice del programa Abuelos Madrina —que unía a personas de la tercera edad en situación de soledad no deseada en la España vacía con familias con problemas de vivienda en las grandes ciudades. “Empezamos con personas migrantes, sin documentación regular y en situaciones difíciles. Al final muchos han logrado emprender, comprarse su coche y hacer una vida”, detalla en retrospectiva el presidente de la Fundación Madrina.
Más de 350 familias y 1.100 niños han sido realojados por Madrina en Comunidades como Extremadura, Castilla-La Mancha y Castilla y León, “con un índice de permanencia del 95% de los casos”, remarca Giménez Agrela.
El grado de aceptación es tal que la lista de espera para acogerse a Pueblos Madrina supera las 600 familias, un registro que no disminuye al ritmo que desea la Fundación. “Necesitamos que los municipios y los pueblos, y también los particulares, nos ofrezcan casas para realojar a las familias. Por cada vivienda que nos dan hay otras 10 que permanecen cerradas”, clama Giménez Agrela.
Las familias que deseen postularse al programa de Pueblos Madrina deben tener documentación en regla —a solicitud de los Ayuntamientos— y mínimo tres niños en edad escolar —con el fin de vivificar los colegios en extinción—.
Los perfiles de las familias candidatas son puestos a consideración del Ayuntamiento que, por lo general, facilita el acceso a la propiedad, algunas veces como intermediario ante personas naturales. Una vez se adjudica la vivienda, la familia es invitada a la sede del Ayuntamiento para la firma de los documentos y actualizar el padrón.
Así fue como Pesquera del Duero adoptó a la familia de Rosa y Aníbal, quienes aterrizaron en Madrid en búsqueda de un mejor futuro para sus hijos, sin saber que ese destino los esperaba a 200 kilómetros de la capital española.
*Todos los nombres usados en esta historia han sido modificados para proteger a las familias implicadas en el proyecto de Pueblos Madrina.
**Se deja a discreción de los medios de comunicación la anonimización de las fotografías.
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