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El Éxodo de menores desde la vulnerabilidad en Madrid a la esperanza del Viñedo en la España Vaciada

Pesquera de Duero (Valladolid), 3 de octubre de 2025 – La Fundación Madrina ha escrito hoy un capítulo conmovedor en su lucha contra la despoblación y la exclusión social. Una familia peruana con tres hijos menores ha cambiado la incertidumbre y el miedo de las calles de Madrid por la seguridad y el futuro que les ofrece Pesquera de Duero, en el corazón de Castilla y León. Este realojo no es solo un cambio de código postal; es un rescate de la infancia vulnerable y un motor de vida para la España Vaciada.

El Grito de los Niños: «¡Vienen los del Chaleco Rojito!»

La desesperación de la gran ciudad en su país de origen —ellas militares que habían desarticulado una banda criminal, después su vida estuvo marcada por la violencia, las amenazas de narcotraficantes y la angustia de casi año y medio en recursos de emergencia y habitaciones de 4m²—, todo eso quedó atrás al amanecer. Los tres menores, de 7, 4 y 2 años, no durmieron, consumidos por la emoción. A las 5 de la mañana, con sus mochilas escolares y maletas más grandes que ellos, esperaban en la acera a «los del chaleco rojito». Al ver el vehículo de la Fundación Madrina, gritaron de alegría, atrayendo la atención de los vecinos: «¡Los del chaleco rojito vienen a buscarnos!»

Durante los 170 kilómetros de viaje, los aplausos al ver el cartel de salida de Madrid y las constantes preguntas de «¿Cuánto falta?» sellaron el adiós a un pasado de precariedad. Para ellos, el pueblo es sinónimo de arraigo y estabilidad, algo que la ciudad les negó por ser «familias con menores».

El Milagro de la Paz y el Hogar

Al entrar en su nueva casa de 200m2 —un palacio comparado con el minúsculo cuarto que compartían— el alivio se tradujo en una escena de profunda gratitud. El hijo mayor, de 10 años, asumiendo el rol de portavoz de la familia, juntó sus manos y pronunció las palabras que resumen un año y medio de sufrimiento: «Gracias por darnos una casa», antes de rezar en silencio.

El cambio fue inmediato e incluso terapéutico. El menor de 1 año, que en Madrid solo buscaba el refugio de los brazos de su madre, saludó a los miembros de la Fundación y, por primera vez, empezó a andar solo por las habitaciones. Atrás quedan las amenazas, las estafas laborales, las habitaciones compartidas separadas por maderas y los rechazos por tener tres hijos.

Un Futuro Plantado en el Viñedo

Este realojo es la familia número 351 que la Fundación Madrina traslada en el marco de un programa de éxito reconocido con el Premio al Mejor Proyecto Europeo. Con una tasa de integración familiar y laboral superior al 90%, el modelo es una «simbiosis perfecta» que resuelve dos problemas a la vez, según Conrado Giménez, Presidente y Fundador de la Fundación Madrina el problema de la vivienda y trabajo para las familias con menores, y la necesidad de que los pueblos sobreviven con menores de familias jóvenes“.

«En la ciudad, estas familias están condenadas a la extinción; en el pueblo, se convierten en un motor de futuro,» afirma Giménez. «La ‘repoblación rural’ frena el abandono y fracaso escolar de los menores, cambiando el asfalto de la ciudad por el viñedo, fomentando la colonización rural.»

La Fundación Madrina, al inyectar nueva vida y risas infantiles en los municipios en riesgo de desaparición, no solo da un hogar: ofrece una oportunidad de vida. En Pesquera de Duero, una nueva comunidad de apoyo mutuo comienza a florecer, demostrando que el campo, una vez más, es el gran salvador de la infancia vulnerable.

El cambio de vida es tangible: el padre de la familia comenzará a trabajar este mismo lunes en una bodega de vino, en esta tierra rica y acogedora. La promesa de un trabajo estable, un entorno seguro y una vida digna para sus hijos —y la esperanza de reanudar sueños cómo convalidar estudios o tener una vida normal— se ha cumplido.

Para Alexandra, la madre, que huyó de un infierno de violencia en Perú, la clave es la perseverancia. Su mensaje a otras familias es un mantra de resiliencia: «NO RENDIRSE… Vendrán cosas mejores. La fuerza me la daban mis hijos. Y la ayuda de la Fundación Madrina fue la clave, ya que nos soportó en este año y medio de precariedad.»

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